La cirrosis hepática es una etapa tardía de la cicatrización (fibrosis) del hígado provocada por distintas enfermedades o sustancias que lesionan el tejido hepático. En respuesta a estas lesiones, el hígado trata de repararse y se forma tejido cicatricial1,2. Sin embargo, este tejido puede acabar dificultando el funcionamiento hepático normal, puesto que bloquea el flujo sanguíneo, ralentiza el procesamiento de nutrientes, fármacos y toxinas, y reduce la capacidad de formación de distintos compuestos necesarios para el organismo (p. ej., las proteínas)2.
Respecto a las manifestaciones clínicas de la cirrosis, a menudo no aparecen hasta que el daño hepático es muy extenso. Algunos de los signos y síntomas incluyen: fatiga, facilidad para el sangrado o la aparición de hematomas, pérdida de apetito, náuseas, pérdida de peso, hinchazón de piernas, pies o tobillos, picor cutáneo, coloración amarillenta en la piel y los ojos, acumulación de líquido en la cavidad abdominal y arañas vasculares. Además, la cirrosis puede derivar en problemas graves, como por ejemplo la hipertensión de la vena porta, peritonitis, insuficiencia hepática o cáncer hepático1,2.
En cuanto a las causas de la cirrosis hepática, las más comunes son el consumo excesivo de alcohol, las infecciones virales crónicas del hígado (hepatitis B y C) y la enfermedad de hígado graso no alcohólico, pero no son las únicas. Las enfermedades hereditarias (p. ej., hemocromatosis, que supone un exceso de hierro en el hígado), la hepatitis autoinmune, algunas enfermedades que lesionan o bloquean los conductos biliares, la insuficiencia cardiaca o determinadas enfermedades raras como la amiloidosis también pueden causar cirrosis hepática2. Sin embargo, para poder diseñar estrategias de prevención eficaces, es necesario identificar todas las comorbilidades y factores de riesgo asociados a la cirrosis.
Actualmente existen varios estudios que han investigado la posible relación entre la periodontitis y distintas patologías sistémicas, incluyendo enfermedades hepáticas como la hepatitis crónica, la cirrosis, la enfermedad de hígado graso no alcohólico o el carcinoma hepatocelular3. En cambio, hasta la fecha, no había ningún estudio que hubiera analizado la salud periimplantaria en pacientes con enfermedades hepáticas. Por esta razón, el grupo de investigación de Costa et al. diseñó un estudio que permitiera evaluar la posible relación entre la cirrosis hepática y las enfermedades periimplantarias, así como la influencia de posibles factores de riesgo4.
Los autores del trabajo reclutaron individuos adultos con al menos un implante osteointegrado durante cinco años o más. Los pacientes asignados al grupo de casos debían estar diagnosticados de cirrosis, mientras que el grupo de controles debía estar formado por individuos sin enfermedades hepáticas. Finalmente, el estudio incluyó un total de 192 participantes, 64 casos y 128 controles, con una edad media de 63.4 años y una mayoría de varones (75.5%). El grupo de casos presentó una mayor proporción de individuos varones, mayores de 55 años, fumadores y consumidores de alcohol respecto al grupo control. Asimismo, las prevalencias de mucositis periimplantaria, periimplantitis y periodontitis fueron superiores en el grupo de pacientes con cirrosis. Por otra parte, los análisis de regresión mostraron que la probabilidad de tener periimplantitis era 2.5 veces mayor en los individuos con cirrosis que en los controles y que las variables asociadas con la periimplantitis, además de la cirrosis, incluían el consumo de alcohol, una edad superior a los 55 años, el sexo masculino, el tabaquismo, la periodontitis y un número de dientes ≤14. En el caso de la mucositis periimplantaria, se relacionó con el consumo de tabaco y la presencia de periodontitis.
En definitiva, los resultados de este trabajo muestran una importante asociación entre la cirrosis hepática y el riesgo de periimplantitis. No obstante, los autores advierten de la necesidad de estudios adicionales que permitan controlar los factores de confusión e incluyan un mayor número de pacientes mayores, con el fin de conocer mejor la relación entre la periimplantitis y la cirrosis.