Es fácil adjudicarnos los triunfos. “He aprobado el examen”, decíamos en el colegio o el instituto; y, sin embargo, cuando no nos iba bien, aireábamos nuestra responsabilidad con un “Me han suspendido”. Es decir, el problema estaba en el profesor (locus de control externo). Ahora que ya somos dentistas, las cosas no han cambiado tanto. Cuando no alcanzamos el éxito en un tratamiento solemos esgrimir que la culpa es del paciente, que no se compromete, no ha seguido nuestras indicaciones, no ha mostrado interés… Efectivamente, es fácil adjudicarnos los triunfos, pero las derrotas son cosa de los demás. Por ello, por lo general, los dentistas debemos ser más críticos con nosotros mismos. La colaboración del paciente es esencial para lograr nuestro objetivo, su salud, por eso es tan importante que sepamos cómo obtenerla. Es precisamente en esta tarea donde el coaching dental tiene mucho que aportarnos.
El coaching es un proceso de cambio que ayuda a las personas a pasar de una situación actual a una situación deseada. Aplicado a nuestro campo, nos ayuda a alcanzar de manera más eficiente una mejora de hábitos saludables y de medicinas preventivas en el paciente, así como a cumplir los tratamientos y mejorar su calidad de vida. Nos permite ayudarle a explorar sus necesidades, elegir por dónde empezar y la mejor forma de hacerlo.
El hábito es el enemigo
Los pacientes ya se saben la teoría. En nuestro día a día, los dentistas les damos recomendaciones que, en su mayoría, ya conocen: saben que deben realizar la higiene oral, pero no la cumplen; saben qué alimentos dañan sus dientes, pero los comen; saben que dejar de fumar sería una gran ayuda, pero siguen fumando; saben que deben acudir a su cita con el dentista, pero faltan… Conocen la teoría y reconocen que es básico cumplirla, pero no lo hacen. Y es entonces cuando los dentistas nos quejamos de la falta de compromiso o cumplimiento. Pero, ¿y nosotros? ¿Estamos haciéndolo todo bien? ¿Damos las instrucciones correctamente? Si es así, ¿por qué no funciona?
El problema es que no hemos sabido hacer frente al enemigo: el hábito. Los comportamientos y pensamientos habituales, las costumbres arraigadas a lo largo del tiempo, son los que en la mayoría de los casos nos impiden conseguir lo que queremos.
Primer paso: definición de la meta
Afortunadamente, los profesionales de la salud podemos generar un cambio en los hábitos de nuestros pacientes y la mejor forma de hacerlo es a través de la motivación, que nos ayudará a alinear nuestro objetivo con los suyos. Debemos conseguir que el paciente desee la misma meta que deseamos nosotros. Queremos que nuestros pacientes deseen curarse, que adquieran hábitos saludables y que mantengan el esfuerzo, pero para ello hay que conseguir que ellos lo deseen igual que nosotros. Es decir, debemos compartir la misma meta, que ante todo debe ser específica y medible.
El mejor arma para que nuestros pacientes alcancen la meta es la motivación. Para lograrla, tradicionalmente hemos empleado el miedo como argumento. Es el elemento motivador estrella: “Si no cumples, se te caerán los dientes”. Pese a que hace décadas que la evidencia científica [1] nos ha demostrado que no funciona, seguimos empleándolo.
Afortunadamente, tenemos a nuestro alcance más recursos para educar o motivar a alguien a realizar una acción: los premios o recompensas, sobre todo para objetivos concretos y sencillos; las sanciones, para evitar conductas indeseadas; el razonamiento, que dará buenos resultados a largo plazo; los ejemplos o referentes, que ayudarán al paciente a ver cómo otros han conseguido lo que él busca; la confianza y expectativas que el paciente tiene sobre él mismo y la que el dentista tiene sobre el paciente; el entrenamiento o repetición, que hace que mejoremos y automaticemos tareas sin cuestionarlas (como el cepillado); etc.
La nueva relación médico-paciente
Los dentistas debemos cambiar el modelo clásico de relacionarnos con nuestros pacientes. La tradicional relación vertical debe virar a una horizontal, más de tú a tú. A lo largo de nuestra relación con el paciente podemos emplear los recursos citados para lograr su motivación, pero todos ellos debemos integrarlos dentro de un proceso que debe incluir:
Pautas concretas a seguir
Todo lo expuesto debe hacernos ver que no es necesario que seamos expertos en psicología para poder motivar al paciente. Y, más importante aún, existen más responsabilidades por parte del dentista que del paciente a la hora de lograr motivarlo. Podemos establecer unas pautas concretas para conseguir la colaboración del paciente:
Dr. Francisco Enrile de Rojas